Pablo de la Higuera
El traidor Bellido Dolfos,
hijo de Dolfos Bellido
(qué suerte el del Romancero),
se inclinó sobre la almena
y se vio al cristal del río.
(Guárdalo bien, río negro,
al bellaco de Bellido).
Espejismo de un álamo que llora
un sueño estepar de escapulario
-Zamora no se durmió en una hora-,
río quieto, espejo umbrío
donde, abisal, la muralla
se mira desde los siglos.
(El Duero no pasa por Zamora. Está
en Zamora. El Duero, en Zamora,
mora.).
Se agazapó la noche
como un lagarto frío
debajo de los puentes.

Imagen cedida por Jesus Lopez Gutierrez
Encimilla, más arriba,
hay ovejitas de escarcha
y pajarracos de luz
con las plumas coloradas.
Por los prados del silencio
un buey tumbado
el cencerro de lata.
Y la Luna por el cielo
sin pasaporte
¡a la China! ¡a Ávila!
Pablo de la Higuera. Son las mismas estrellas
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